José Carlos Botto Cayo
César Vallejo es considerado uno de los poetas más importantes de la literatura en español, con una obra que va más allá de las fronteras del Perú para alcanzar una dimensión universal. Su poesía, que nace de sus raíces andinas y se desarrolla durante su vida en Europa, logra unir de manera única la sensibilidad del mundo indígena americano con las nuevas formas de escribir que surgían en su época, aunque siempre mantuvo su propio estilo independiente.
Lo que hace especial a Vallejo es su capacidad para crear una forma propia de escribir poesía, donde expresa tanto el sufrimiento personal como el dolor de toda la humanidad. Su trabajo poético, que comienza con un estilo más tradicional y evoluciona hacia formas más experimentales y comprometidas con lo social, muestra una constante preocupación por la vida humana, especialmente por los más pobres y olvidados. Esta visión del mundo, que no busca solo la belleza literaria, se alimenta de sus propias experiencias -como su tiempo en la cárcel y su vida en la pobreza- y de su participación en las luchas sociales de su tiempo, especialmente la Guerra Civil Española, logrando siempre que sus poemas hablen de temas que todos podemos entender.
Los primeros pasos del poeta
Vallejo nació en Santiago de Chuco, un pequeño pueblo minero en la sierra del norte del Perú, siendo el menor de once hermanos en una familia donde se mezclaba la sangre española con la indígena. Sus padres, Francisco de Paula Vallejo Benites y María de los Santos Mendoza Gurrionero, eran devotos católicos que le transmitieron una profunda religiosidad que, aunque más tarde se transformaría, nunca abandonaría del todo su poesía.
Sus primeros años transcurrieron entre las montañas andinas, en un ambiente familiar marcado por el amor y la protección, especialmente de su madre y sus hermanas mayores. Esta experiencia de hogar, que más tarde recordaría con nostalgia en sus poemas, contrastaba con la dura realidad del pueblo minero, donde presenció desde muy temprano la pobreza y el sufrimiento de los trabajadores indígenas. La imagen de su madre preparando el pan y las reuniones familiares alrededor de la mesa serían temas recurrentes en su obra, símbolos de un paraíso perdido que buscaría recuperar a través de su poesía.
La educación primaria la realizó en su pueblo natal y en Huamachuco, donde comenzó a destacar como un estudiante brillante. Para continuar sus estudios secundarios tuvo que trasladarse a Trujillo, ciudad que marcaría profundamente su formación intelectual y donde comenzaría su verdadero camino hacia la poesía. En esta etapa ya se manifestaban las dificultades económicas que lo acompañarían toda su vida, teniendo que trabajar como ayudante en haciendas azucareras para poder mantenerse y continuar sus estudios, experiencias que también nutrirían su posterior visión social y su compromiso con los más desfavorecidos.
La poética vallejiana según sus inicios y principales rasgos
La obra poética de César Vallejo surge marcada profundamente por el paisaje y la experiencia andina, como lo evidencia el testimonio de Ciro Alegría quien fue su alumno. El poeta emerge como un «mensaje de la tierra», portando en su persona y versos la dramática geografía de los Andes, con sus abismos, alturas y soledades. Esta conexión telúrica se plasma desde sus primeros poemas en Los Heraldos Negros, donde la naturaleza andina y sus elementos (esquilas, crepúsculos, quebradas) se funden con una voz poética que transmite la angustia existencial del hombre andino.
La tristeza constituye un rasgo definitorio y omnipresente en la poesía temprana de Vallejo, manifestándose como una «secreta y ostensible condición» según describe Alegría. Esta melancolía no es meramente un recurso literario sino una cualidad vital que emana de su ser y se plasma en versos que combinan el dolor individual con el sufrimiento colectivo de los pueblos andinos. Sus primeros poemas como «Aldeana» ya evidencian esta fusión entre la experiencia personal y la dimensión social del dolor, expresada a través de un lenguaje que innova en la tradición lírica peruana.
El lenguaje poético vallejiano se caracteriza desde sus inicios por una búsqueda de renovación formal que no sacrifica la intensidad emotiva. Como se aprecia en los poemas citados por Alegría, Vallejo emplea recursos como la personificación de elementos naturales («el gallo aleteando la pena de su canto») y la creación de imágenes que desafían la lógica convencional, anticipando el hermetismo que alcanzaría en Trilce. Esta experimentación formal coexiste con una profunda preocupación por transmitir la experiencia vital y el dolor humano.
El arraigo en la experiencia vital y la geografía andina, combinado con una renovación radical del lenguaje poético, constituye el sello distintivo de Vallejo desde sus primeros versos. Su poesía emerge como una voz auténtica y original que logra universalizar la experiencia local del hombre andino, transformando el dolor individual en una expresión de la condición humana universal. Como sugiere el relato de Alegría, esta poética surge de una profunda vivencia personal del sufrimiento y de una conexión visceral con el paisaje y la cultura andina, elementos que definirían toda su trayectoria posterior.
El indigenismo y la evolución poética vallejiana
La relación de Vallejo con la herencia andina marca profundamente su obra inicial pero evoluciona hacia horizontes más amplios a medida que madura su escritura. Si bien en Los Heraldos Negros los elementos indígenas aparecen de manera directa a través de imágenes, léxico y referencias culturales andinas (esquilas, yaravíes, puna), estas marcas culturales van transformándose progresivamente en símbolos de alcance universal. No es que Vallejo reniegue de sus raíces, sino que las integra a una visión más abarcadora del dolor y la experiencia humana, trascendiendo el localismo para alcanzar resonancias universales. La potencia de esta transformación se aprecia especialmente en poemas como «Telúrica y magnética», donde lo andino ya no es simplemente un elemento decorativo o identitario, sino una dimensión profunda del ser que se proyecta hacia lo universal.
En su narrativa, la aproximación al indigenismo resulta más problemática y menos orgánica que en su poesía. La prueba está en el contraste entre obras como El Tungsteno, donde el afán de denuncia social sobrepasa las posibilidades artísticas dando lugar a un texto esquemático y panfletario, y relatos como Paco Yunque, donde la sensibilidad indígena se expresa de manera más sutil y efectiva a través de la construcción de personajes y situaciones concretas.
Vallejo y su faceta periodística
En sus inicios como periodista en Perú, entre 1918 y 1923, Vallejo colaboró con diversos medios trujillanos y limeños como La Reforma, La Prensa y El Norte, donde desarrolló una escritura que combinaba la crónica social con reflexiones culturales. Esta primera etapa periodística le permitió no solo ganarse la vida, sino también establecer contactos con el mundo intelectual peruano y comenzar a forjar su voz crítica, especialmente en temas relacionados con la situación de los indígenas y las desigualdades sociales que observaba en su entorno inmediato.
Durante su estancia en Europa, particularmente en París, Vallejo expandió significativamente su labor periodística, convirtiéndose en corresponsal para importantes publicaciones latinoamericanas como Mundial y Variedades de Lima, El Comercio de Lima, y El Norte de Trujillo. Sus crónicas parisinas, escritas entre 1923 y 1938, revelaban una mirada aguda sobre la vida cultural europea, la política internacional y los movimientos de vanguardia, siempre manteniendo un vínculo con las preocupaciones sociales y culturales de América Latina.
El periodo más intenso de su actividad periodística coincidió con momentos históricos cruciales como el ascenso del fascismo, la Guerra Civil Española y las tensiones políticas de entreguerras. Sus reportajes durante la Guerra Civil Española, particularmente aquellos escritos desde Madrid y Valencia, demuestran un compromiso apasionado con la causa republicana que luego se reflejaría en su poesía. Estos escritos periodísticos son fundamentales para comprender la evolución de su pensamiento político y social, así como la manera en que estas experiencias influyeron en su obra literaria posterior.
Los últimos años de César Vallejo (1935-1938)
Los años finales de Vallejo estuvieron marcados por una intensa actividad política e intelectual, especialmente por su compromiso con la causa republicana española. Entre 1935 y 1937, realizó varios viajes a España como corresponsal y activista, participando en el Congreso de Escritores Antifascistas y estableciendo contactos con intelectuales republicanos. Esta experiencia lo impactó profundamente y dio lugar a una de sus obras más conmovedoras, España, aparta de mí este cáliz, que escribiría poco antes de su muerte.
En París, su vida cotidiana seguía siendo precaria a pesar del reconocimiento que comenzaba a obtener en círculos intelectuales. Junto a su esposa Georgette, enfrentaba constantes dificultades económicas que lo obligaban a realizar traducciones y trabajos periodísticos para sobrevivir. Sin embargo, este período fue también de intensa producción creativa: además de sus poemas sobre España, trabajó en la revisión de Poemas humanos y continuó escribiendo artículos y ensayos sobre política y cultura.
La salud de Vallejo comenzó a deteriorarse seriamente a principios de 1938. Los médicos no pudieron diagnosticar con precisión su enfermedad, que se manifestaba con fiebres altas y un debilitamiento progresivo. Es posible que el agotamiento físico y emocional por los acontecimientos en España, sumado a años de privaciones, hayan contribuido a su decaimiento.
Murió el 15 de abril de 1938, un Viernes Santo, en la Clínica du Boulevard Arago de París. Sus últimas palabras, según testimonios, fueron «España… me voy a España». Georgette Vallejo se dedicaría en los años siguientes a preservar y difundir su obra, enfrentándose a numerosas dificultades para publicar los textos inéditos que el poeta había dejado. La muerte de Vallejo en la primavera parisina de 1938 marcó el fin de una de las voces más originales y profundas de la poesía en lengua española, cuya influencia y relevancia no han dejado de crecer con el paso del tiempo.