Francisco Gómez de Valencia: Un pintor entre dos mundos

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José Carlos Botto Cayo

Francisco Gómez de Valencia fue un pintor español que desarrolló su carrera entre Granada y la Ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII. Su obra representa un interesante ejemplo de la transferencia artística entre España y América, mostrando cómo los pintores se adaptaban a nuevos contextos y demandas. Gómez de Valencia es una figura que merece atención por su capacidad para fusionar diferentes influencias y evolucionar su estilo a lo largo de su carrera.

El estilo de Gómez de Valencia se caracteriza por una mezcla de influencias que incluyen la tradición flamenca, especialmente de Anton Van Dyck, y la escuela granadina representada por Alonso Cano. Su técnica se distingue por un colorido fresco y luminoso, composiciones dinámicas y un tratamiento cuidadoso de las figuras. A lo largo de su trayectoria, el artista demostró habilidad para adaptar su estilo a las preferencias locales, manteniendo al mismo tiempo elementos de su formación inicial.

La vida de Francisco Gómez de Valencia: de Granada a México

Francisco Gómez de Valencia nació el 14 de octubre de 1657 en Granada, una ciudad española con una rica tradición artística. Vino al mundo en el seno de una familia de artistas, siendo su padre Felipe Gómez de Valencia un reconocido pintor local. Su madre, Ana Carrillo y Camacho, provenía de una familia acomodada, lo que permitió a Francisco crecer en un ambiente de cierta prosperidad. El día de su bautizo en la iglesia del Sagrario de Granada, su padrino fue Juan de Cieza y Flores, hijo del también pintor Miguel Jerónimo de Cieza, lo que desde su nacimiento lo vinculó estrechamente con el mundo artístico granadino.

Como segundo de seis hermanos, Francisco tuvo desde joven una facilidad para la pintura, siguiendo los pasos de su padre. El taller de los Gómez de Valencia era un lugar bullicioso y productivo, donde se atendían numerosos encargos de la clientela local, principalmente de órdenes religiosas y cofradías. En este ambiente, Francisco no solo aprendió las técnicas pictóricas, sino también a gestionar un negocio artístico próspero.

Su vida dio un giro inesperado en 1679, cuando a la edad de 21 años, quedó huérfano de padre. Como hijo mayor, tuvo que asumir la responsabilidad de dirigir el taller familiar y finalizar los encargos pendientes de su padre. Esto marcó el inicio de su carrera profesional como pintor independiente en Granada. Francisco demostró estar a la altura del desafío, manteniendo la calidad y el prestigio del taller de los Gómez de Valencia. En 1681, ya casado con Ana de Valencia, vivía junto a su familia en la Placeta de Chavarría, un barrio de artesanos y artistas de la ciudad.

Los años subsiguientes fueron de gran actividad para Francisco. El bautizo de su hija María en la iglesia de San Gil en 1682 indica que tanto su carrera como su vida personal se habían consolidado en Granada. No obstante, tras 1685, año en que se le registra por última vez en los padrones de la iglesia de San José, se produjo un cambio significativo en su trayectoria. Por motivos aún desconocidos, tomó la decisión de emprender una nueva etapa que lo conduciría a través del océano. En 1688, se le encuentra en la Ciudad de México, donde presentó una solicitud para el cargo de notario del Santo Oficio de la Inquisición. Esta transformación en su vida supuso no solo un cambio de residencia, sino también una evolución profesional. En el Nuevo Mundo, Francisco compaginó su oficio de pintor con nuevas funciones en el ámbito jurídico y eclesiástico.

Francisco Gómez de Valencia: Nueva vida en México

Francisco Gómez de Valencia llegó a la Ciudad de México alrededor de 1687, buscando nuevas oportunidades y un ambiente menos restrictivo que el de su Granada natal. Su llegada a la capital del virreinato marcó un giro radical en su vida personal y profesional. El 4 de mayo de 1688, Francisco presentó una solicitud para obtener el título de notario del Santo Oficio de la Inquisición, un cargo que le proporcionaría no solo estabilidad económica sino también prestigio social.

En su solicitud, Francisco declaró tener 28 años y ser soltero, lo cual contradice los registros de su vida en Granada. Esta discrepancia sugiere un intento deliberado de reinventar su identidad en el Nuevo Mundo, posiblemente para facilitar su integración en la sociedad novohispana. Tras un largo proceso, el 14 de enero de 1693, Francisco fue nombrado Familiar del Santo Oficio, un cargo que le otorgaba importantes privilegios, incluyendo el derecho a portar armas y un salario de 500 ducados de Castilla.

En México, Francisco no abandonó su oficio de pintor. Al contrario, su nuevo cargo le permitió convertirse de facto en pintor de cámara del Santo Tribunal, lo que le brindó la oportunidad de acreditarse socialmente como un artista docto, cristiano y honesto. Esta posición le abrió puertas para recibir encargos de miembros de la alta sociedad novohispana. Entre sus obras mexicanas conocidas se encuentran la «Asunción de la Virgen» del Museo Nacional de San Carlos y la «Ascensión de Cristo», recientemente descubierta en el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble.

La vida personal de Francisco en México también experimentó cambios significativos. Se casó dos veces, primero con Francisca Martínez de Orduña y, tras enviudar, con Catalina Carrillo y Espinosa en 1706. Se integró plenamente en la vida social de la ciudad, llegando a ejercer como hermano mayor de la cofradía de San Pedro mártir. La última noticia que tenemos de Francisco data del 25 de octubre de 1711, cuando tenía 54 años. En ese momento, solicitó al tribunal del Santo Oficio que le condonara una multa por no asistir a las reuniones debido a su delicado estado de salud, lo que sugiere que la etapa final de su vida estuvo marcada por padecimientos físicos.

Francisco Gómez de Valencia: Un puente artístico entre dos mundos

Francisco Gómez de Valencia se destaca como una figura relevante en la historia del arte hispano y novohispano del siglo XVII. Su carrera, desarrollada tanto en Granada como en la Ciudad de México, ilustra vívidamente la transferencia artística entre España y América durante el período colonial. La versatilidad de Gómez de Valencia, demostrada en su habilidad para adaptar su estilo a diferentes entornos mientras mantenía la esencia de su formación inicial, lo posiciona como un artista que merece mayor atención y estudio.

Su producción artística, aunque aún no completamente catalogada, refleja una síntesis única de influencias flamencas, granadinas y novohispanas. Esta fusión de estilos no solo enriqueció el panorama artístico de su época, sino que también ofrece una perspectiva valiosa sobre los intercambios culturales y artísticos entre el Viejo y el Nuevo Mundo. La trayectoria de Gómez de Valencia ilustra la complejidad de las carreras artísticas en el mundo hispano del siglo XVII, donde el talento, la adaptabilidad y las conexiones sociales eran cruciales.

 

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